Esta impresora 3D cuesta 69 euros

Es la más barata, pero no es china; es... española


 A finales de los 90 y en la primera década del nuevo siglo, los fabricantes de impresoras láser y de inyección de tinta cambiaron su modelo de negocio. Inspirados por el mercado de máquinas de afeitar, HP y Epson comenzaron a vender las impresoras a bajo coste, recuperando su margen de beneficio con la venta de cartuchos de tinta. La nueva estrategia resultó muy efectiva. En los hogares, la impresora pasó de ser una inversión a prácticamente una compra por impulso.

¿Puede pasar lo mismo con las impresoras 3D? La marca alicantina Lewihe está a punto de comprobarlo. Acaba de poner en el mercado la primera impresora 3D a un precio de 69 euros. Hay truco. Se trata de un kit para que cada usuario se construya la máquina que quiere a medida. El precio no incluye, por ejemplo, los motores o el cabezal, pero la compañía vende modelos más completos a mayor precio y tiene una impresora completa de mayor tamaño, Sneaker, por 2.995 euros.

Experimentar
Lewihe Play está pensada para usuarios con ganas de experimentar en el mundo de la impresión 3D, que es por lo general el tipo de usuario que hoy por hoy pone una de estas máquinas en casa. Aunque hay un enorme potencial en la tecnología de impresión en tres dimensiones y se usa con frecuencia en procesos industriales, los casos de uso práctico para el hogar son todavía limitados. «No existe de momento una necesidad de suplir otro servicio como puede ser el ir a la ferretería a por una pieza en vez de imprimirla en casa», aseguran desde Bilbao Dynamics, una asociación integrada por un grupo de estudiantes de Ingeniería de Telecomunicaciones de la UPV/EHU que elabora talleres educativos de robótica en los que usan estas máquinas. «Pero lo mismo se podía decir hace años de internet. Nadie la tenía y conforme se implementaba, la gente se preguntaba si era necesario. Hoy, internet está en todos los lados y muchos servicios se localizan en la red de redes. ¿Se puede predecir si la impresión será uno de esos servicios imprescindibles en el futuro? Aún no, pero avanzamos hacia ello», añaden.

Marcos Villacampa fundó hace tres años LEAPto3D, una de las primeras empresas en España dedicadas a la impresión 3D personal, y compara la situación actual con la de los ordenadores en la década de los 80. «Son divertidas de usar y sabes que es el futuro, pero ni la tecnología ni el mercado están lo suficientemente maduros para el consumidor no profesional. Ésta es una fase necesaria para cualquier tecnología. Igual pasó a principios de siglo con las PDA. No se popularizarían hasta 2008, cuando evolucionaron hacia el smartphone», dice.

Ambos coinciden en señalar que el precio puede ser un factor importante para su despliegue, incluso en esta fase tan temprana. La mayoría de los compradores de estas máquinas, según Villacampa, cae en cuatro grupos: investigadores que necesitan crear piezas a medida para sus laboratorios; arquitectos que necesitan maquetas de edificios y proyectos; ingenieros o diseñadores industriales que consiguen acelerar los procesos de creación y consumidores curiosos que imprimen modelos bajados de la red para probar la tecnología. «Este último grupo puede parecer irrelevante, pero es realmente el más importante. Sin su empuje y labor de evangelización, los otros tres grupos jamás habrían conocido la impresión 3D», asegura.

Pero hay también usuarios domésticos que han encontrado aplicaciones muy concretas para los que el precio puede ser un factor determinante. El uso de impresoras 3D entre los aficionados a los juegos de miniaturas, por ejemplo, está creciendo, aunque las impresiones todavía no ofrecen el nivel de detalle que puede lograrse en miniaturas de plomo realizadas con moldes artesanales. Las impresoras 3D también están empezando a llegar a las aulas de algunos centros educativos, donde el presupuesto en materiales suele ser muy ajustado.

Hay empresas que han encontrado un vía de negocio para esta nueva tecnología, incluso a pesar de sus limitaciones. ThreeDeYou, en Madrid, crea por ejemplo miniaturas impresas en 3D de personas reales, una especie de fotoescultura. Los clientes tienen que acudir a la tienda para ser escaneados en tres dimensiones, pero el resultado es realista y en color. La empresa ofrece también la posibilidad de imprimir a los novios para una tarta de bodas, por ejemplo, trofeos personalizados o modelos en escalas apropiadas para un belén.

Fuente: www.elmundo.es