“Esta industria dejó de ser lo que era, en uno o dos años desaparece”. Así me definía el mercado un referente latino del aftermarket, el mismo día del lanzamiento de mi primera edición de Guía del Reciclador hace 17 años. Como imaginarán, no fue el mejor momento para que me disparen semejante profecía apocalíptica, aunque hoy admito que al menos una parte de ella se cumplió. El mercado no original dejó de ser lo que era, incluso el mercado OEM, donde tal vez no todo, pero una gran parte cambió. Dejó de ser una industria de garaje, marginal, de oportunistas que vieron una industria tipo Uber, produciendo o vendiendo productos de dudosa calidad, para convertirse en una viable alternativa para las empresas y los consumidores. Pero además todo el universo de impresión cambió. Hoy solo cinco OEMs se disputan el 85% del mercado global y abandonan de a poco su histórico modelo razor-and-blade que tanta satisfacción (y dinero) les ha dado, para centrar su foco en la oferta de soluciones y servicios. Las impresoras dejaron de ser artefactos autónomos, de única función, caros de mantener y difíciles de entender, para convertirse en complejos dispositivos de múltiples funcionalidades, totalmente integrados a la vida del hombre actual. Sin dudas que todo este proceso fue impulsado por el radical cambio en la forma de vida de las personas y su mundo inteligente de absoluta conectividad.
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