El jueves 12 de junio arrancó la primera parada en Buenos Aires, Argentina.
Más de 130 compradores de 76 empresas participaron del evento, en una jornada de negocios, reencuentros y nuevas oportunidades, donde el cara a cara volvió a marcar la diferencia.
Por Gustavo Molinatti
Mientras saludaba uno a uno a los asistentes que llegaban, no podía evitar recordar mi primera Expo en Buenos Aires, allá por 2003, cuando un referente del mercado me dijo —con bastante convicción—: “Esta industria en uno o dos años desaparece.” Hoy, 22 años más tarde, me da satisfacción seguir viendo a aquellos emprendedores —hoy convertidos en verdaderos empresarios— junto a nuevas generaciones, muchos de ellos hijos de aquella camada, que supieron ver y entender el futuro del negocio.
¿Adaptación? ¿Perseverancia? Sin duda. Esta industria siempre tuvo su particularidad: un mix de tecnología con perfil industrial, compitiendo con grandes corporaciones internacionales y superando constantemente obstáculos que intentaron frenar su crecimiento. La inevitable incorporación de servicios fue otro gran reto, que elevó aún más la vara y la exigencia de calidad.
Y a pesar de los desafíos, de los cambios, de la caída en los márgenes y volúmenes de impresión, y del viento de frente que imponen la economía y la política local, el sector argentino supo salir adelante. El resultado es evidente, y el evento volvió a dejarlo en claro.
Nada como estar ahí, frente a frente
Con la participación de más de 130 compradores de 76 empresas, mayoritariamente argentinas, y algunos representantes de Uruguay y Brasil, el show contó con 15 expositores que mostraron lo último en insumos y tecnologías de impresión. Aunque varios ya tenían clientes en el mercado local, la oportunidad de verse cara a cara permitió consolidar relaciones comerciales y conocer nuevos compradores potenciales.
Muchos de los visitantes participaron por primera vez de este tipo de encuentros. En su mayoría, se trató de empresas vinculadas a los servicios de impresión y copiado, venta y alquiler de equipamiento, e insumos.
Pero los negocios no fueron el único foco.
La expo demostró ser, una vez más, el gran punto de encuentro de la industria: una arena imparcial y acogedora que permite —al menos por algunas horas— dejar de lado las rivalidades comerciales y sentirse parte de una comunidad de colegas con visiones y problemáticas similares. Hubo largas charlas, risas, abrazos y muchas anécdotas. El cóctel de cierre fue el broche de oro: un momento distendido, cargado de camaradería y buena energía.
“Encontré lo que vine a buscar”
Eso fue lo que me dijo un empresario con un importante negocio en Rosario al despedirse. Para un organizador, ése es el mejor premio: el reconocimiento a una tarea que lleva meses de llamadas, coordinaciones y nervios.
Tarea cumplida.
Gracias a todos los que participaron: expositores, visitantes y colegas. Como me dijo otro visitante mientras se iba, tarareando la canción de Los Twists: “Nos volveremos a ver.”